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viernes, 18 de junio de 2010

A la vuelta de los exámenes con las mujeres...


Siento haber faltado a mi cita en el blog estos días pero los exámenes me reclamaban.

No entiendo porque la relación de amar a las mujeres debe ser simplemente un amor carnal, no entiendo porque un sacerdote, un esposo... no puede hablar de las mujeres en general como una de más grandes bellezas poéticas creadas, expulsadas de la nada a la vista de los ojos de los hombres. Que más hermoso que una mirada de una mujer, sea gruesa, delgada, con caderas anchas, embarazada, con carácter insoportable, con crueldad infinita, con el instinto de la muerte afianzado en su corazón... Que más bello, a pesar de las fealdades del alma, que una mujer, que es cáliz de fecundidad, ser humano, imagen de la sensualidad en el eros, que es criatura vivificada en una imagen de pureza, por lo menos aparente.


Y es que me he dado cuenta que aquel refrán tan antiguo que declama "Las apariencias engañan" es falso. La verdadera apariencia de lo femenino es el reflejo de la verdad interior, porque la belleza no es algo que se atesore en lo oculto de la esencia de las cosas, sino que es un sello que trasciende a la estética. He aprendido, en un fogonazo de luz, que la mujer como idea poética, es en realidad universal, implícita hasta en aquellas donde la maldad se vuelve inaprensible.

Lo siento...

*I amar prestar aen (El Mundo ha cambiado)
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)