Cristo original colgada en la web de una iglesia cismática |
Escribo estas palabras porque ayer en un arrebato de la razón, sobre las 7 y media de la tarde, estuve pensando varias cosas, cosas que llevaba tiempo rumiando en secreto y que suponían para mí, un modo nuevo de ver la Unidad divina de la Trinidad.
Habitualmente vemos el dogma de una forma sintética, comprendiendo que el Padre es la Primera Persona; que Jesucristo es la Segunda Persona, engendrado por el Padre; y que el Espíritu Santo es la Tercera Persona, que proviene del Padre y del Hijo. Toda esta división de Dios en personas es real pero a la vez no lo es, porque es uno solamente. En este punto nos retiramos para abstenernos de formulaciones heréticas y/o sandeces intelectuales.
Pero, ¿cuál es el nexo de unión entre las tres personas, que permite a la Revelación Divina una forma inteligible para el ser humano pecador? Teniendo en cuenta la poliédrica naturaleza del intelecto humano, debía ser un nexo tanto artístico, como racional e irracional. Y el único símbolo capaz de reunir y sintetizar mediante los sentidos, la mente y la vida misma, el contenido infinito actual de Dios era la gloriosa Cruz donde fue clavado el Hijo, no por los hombres sino por el Padre, y que supuso la venida gloriosa del Espíritu Santo sobre la Iglesia.
El único problema que podía plantearse es que la cruz acabó por desaparecer del mundo material y solo reside en las iglesias y en las mentes de los hombres, y algo que desaparece no puede ser nexo absoluto de la inconmensurabilidad de Dios con la finitud de los hombres y la naturaleza. Pero a la vez la propia naturaleza, esencia del mundo, si ha presenciado el mayor sacrificio, acto de amor, chispa que enciende la potencia de perfección y salvación para los hombres, ¿como el universo puede olvidar el grito de la cruz sobre el cosmos?; ¿como la señal de la cruz no quedaría grabada en toda la extensión del continuo espacio-tiempo en un juego metafísico de Dios sobre la materia?