No la conocía, ni siquiera sabía que existiera... pero hoy se la recuerda en el altar de Castilleja de Guzmán. Las palabras del sacerdote, cálidas e inertes al mismo tiempo, hacen alusión a la Resurrección de Cristo. Las miradas se cruzan. Ni una pizca de lágrimas, ni de alegría, fruto de la esperanza. Rostros fríos, rostros de grises vestidos. La firma indeleble del abrigo blanco de aquella chica adolescente que hacía chiribitas mi corazón, la firma de lo cotidiano que se cruza en el saludo con la conocida-desconocida, la incertidumbre de a quien dar la paz... Todo se ha desvanecido bajo el imperio de la muerte y la esperanza.
Eva... Tuviste que morir, tuviste con tu muerte y tu vida ignorada, abrir mis ojos. Hoy la firma indeleble proviene de lo desconocido, de lo absoluto de los caminos de la luz invisible de Dios, de las Cartas de San Pablo a los Efesios... Hoy ha muerto Descartes, Hegel, Sartre, Zubiri, Ortega y Gasset... hoy ha nacido, como tantas otras veces, Antonio, Antonio Rivero Díaz, un pequeño tonto que se encuentra ante lo bello de las luces y velas de lo infinito. Una escena bíblica: una muerte que precipita el nacimiento de los hombres.
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