EL CAMINO
Las historias del valle
recorrían cada rama
de la amplia llanura.
Los árboles conversaban
y el viento, entre tanto,
mecía sus hojas.
Un finísimo manto de agua
bajaba de la infinita
alfombra de algodón
que cubría el cielo.
Entre tanto, la soledad
paseaba sus cabellos
por el sendero invisible
de la hierba.
A lo lejos corría Daniel,
el niño de los rizos dorados.
Su mirada asesinaba
la pasividad del valle.
La exclamación,
que es el átomo poético
del mundo,
surgía de la herida
que había en el espíritu
de la llanura, a cada paso
de sus descalzos piececitos.
La palabra ingenua
de su divino pensamiento
quemó la hierba.
Y el valle olvidó
a la amada soledad
por un momento.
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