Homo sum et nihil humanum a me alienum puto....Hombre soy; nada de lo humano me es ajeno
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Basada en una obra en hojasalvuelo.blogspot.com.
sábado, 23 de enero de 2010
La palabra
viernes, 22 de enero de 2010
Pavel Florenskij, un hombre admirable.
sábado, 16 de enero de 2010
"La Madre" de Máximo Gorki
domingo, 10 de enero de 2010
La televisión: El opio del pueblo
viernes, 8 de enero de 2010
El arbol y el castillo.
Aquella noche se escuchaba un extraño murmullo. Un murmullo de viento que agitaba a los arboles en una danza arcana. La luna iluminaba a retazos la oscuridad del sueño de Morfeo. La hierba, exhausta, dormía plácida, acurrucada al sueño templado de verano. Se notaba la caricia de una brisa. El calor empezaba a retirarse, con cautela de aquella selva de viento, negrura y suspiro. El cielo, salpicado por algunas estrellas, se mostraba claro, aunque amarillento por las luciérnagas de hierro que en el horizonte se encendían con fervor en la ciudad.
En medio de aquella maraña de terror durmiente, brotaban coches que atrevían a rasgar el riguroso luto de los búhos. Sus faros se disolvían en la furia contenida del descaro. A veces se paraban en el arcén, se bajaban algunas siluetas imperceptibles en la inmensidad de aquellas colinas, y con premura, se perdían en un pueblo cercano, que acompañaba en la oscuridad a las mansas lágrimas de aquel desierto de sombras.
La aldea solo se percibía por los visillos de las ventanas, que traslucían el fulgor tímido de las lámparas. Nadie había en las puertas a pesar de haber anochecido pocos minutos antes de aquella congoja. Parecía que un terror ardiente recorría el exterior del singular poblado, un temor infundado por la noche, por la serena noche que habitaba entre los pliegues de tierra, el olor del follaje amontonado y aquel estrepitoso silencio.
Sobresalía de aquel tumulto de tejados y casas un castillo de aspecto soñoliento, imperturbable. Desprendía dulzura por las rendijas que la piedra desgastada había abierto entre los muros. Se hacía ver escuálido, enfermo y solitario. Postrado en lo alto de un leve montículo de tierra, solo estaba acompañado por un imponente árbol, de gruesas ramas y tronco. Parecía que la suave caricia de la brisa, se tornaba entre sus hojas, violenta. La danza se convertía en un vertiginoso sacudir de hojas al vuelo.
Tanto misterio acompañaba a aquellas esquinas, que cuando el agitar de aquel vendaval improvisado hubo parado, se escuchaban sollozos entrecortados tras las paredes blancas de los hogares apiñados en torno a la fortaleza. Entre aquel enigma no me extrañó un llanto tan desamparado, incluso aclaró la presión tan dolorosa que se acrecentaba con mis pasos y aquella atmosfera pura pero mortecina.
miércoles, 6 de enero de 2010
Epifanía del Señor.
domingo, 3 de enero de 2010
Presente y futuro.
sábado, 2 de enero de 2010
Diario de un espíritu encarnado (V)
Se despertaba enero con el ulular del viento, de un viento que acariciaba la tierra con sus etéreas manos de fuego helado. Resonaban los pasos, resonaba el dormitar del ruido en los oídos, resonaba el estruendo del silencio en la mañana.
En medio de aquella sencillez y silencio brotaba la estridencia del cemento y el retumbar sórdido de los altavoces. Un centro comercial cuyo agitar, desmembraba con fugacidad la hermosura de la soledad hiriente. Personas que subían y bajaban las escaleras, personas que compraban, personas y muchas bolsas amontonadas en carros y en las manos. Lucían en ellas emblemas diversos, símbolos y colores cual menos exótico me sorprendía. A pesar de todo se oía todavía el discurrir de las hojas al caerse, los pasos silenciosos de los ángeles de aire, se oía hasta el último detalle de la vida y la muerte en el grisáceo lienzo que dormitaba.
Y es que el voluptuoso sonido de las voces se tornaba como un mazo y más los rostros demacrados de la tristeza de ignorarlo todo reflejado en sus pómulos risueños, en sus ojos enmarañados y en sus comisuras de rojo y carmín. Caminaban con soltura y sin embargo una vejez de aspecto moribundo se agolpaba en su olor de hollín y carbón quemado.
Sensiblería adolescente y generalidad, lo que hay tras mis palabras, pero me imagino que algunas palabras serán ciertas. Aunque en el cauce humano de las avenidas no solo se agolpaba la pesadilla juvenil de la ignorancia y la incomprensión. Dormitaba en las expresiones, en las caras, en los hombres y en sus rostros la sangre de vidas diferentes, vidas que se alejaban de la corteza de la piel y sus engaños.
Generalizar es fácil, es muy fácil pensar que el mundo se derrumba en una utopía que se ha tornado desesperación, es fácil llorar por algo que importa muy poco… Hoy lamento su ignorancia, y lamento la mía y lamento todas las lágrimas del mundo. Lamento la oscuridad que se sopesa en todo lo sensible. Podredumbre tras los sauces dolorosos. Alguien dijo una vez que la oscuridad es más espesa antes del resplandor, esperemos que sea así pues si no, nos quedará la vida en el silencio, en la ceguera más profunda, en la ignorancia más desalentadora, en la soledad del hombre con el hombre, en el anhelo que muere en el silencio como latigazo del dolor.
Lienzo: El puento de Zolotukhin Ilya
Lo siento...
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)