Recomiendo esta película encarecidamente,
debido a su crítica social profunda contra
el sistema informativo que hoy domina en
el sistema democrático occidental
No quiero hacer otra reseña sobre cine, aunque sí me gustaría plantear el problema de la información en los medios de comunicación de masas. La televisión, la radio, internet... son formas, ventanas desde la totalidad de realidades que se suceden en el mundo. Sin embargo cabe apuntar una pregunta que resulta clave. ¿Son fiables esas interconexiones entre todas las comunidades que pueblan el panorama de nuestro planeta?
Hemos asistido a un cambio radical en el modo de concebir a la humanidad, a las relaciones macrosociales y microsociales en los últimos 60 años, tras la II Guerra Mundial. Las relaciones económicas entre los estados ha dejado paso al libre movimiento de capitales entre las empresas, a la formaciones de grandes corporaciones multinacionales... El individuo verdaderamente se ha liberado del impedimento espacio-temporal actual y puede acceder a una información cultural, política o económica en breves segundos. Ante tantos avances, me pregunto si hemos crecido como hombres y si nuestros países se han desarrollado como mejores hogares para los ciudadanos, si la tradición y la trascendencia está siendo eliminado por el poco interés que tiene en la sociedad moderna de la información... Son tanto los interrogantes ante el supuesto progreso, que la realidad se torna abrumadora.
Quien halla visto la película, que da nombre a esta entrada, será capaz de comprender el porque de mi crítica. No somos conscientes de que toda las noticias que recibimos focalizan mediante las modas la atención de nuestros ojos. Que mediante la publicidad, verdaderamente hay un control y censura de los programas... El periodismo se ha convertido, en la mayoría de los casos, en sectarismo político, fuente de información sesgada e interés económico.
La clave de este problema no esta en la economía de mercado o en la esencia maligna de determinadas posturas políticas. Como defiendo y he defendido muchas veces en este blog, el problema está en la incapacidad del hombre moderno en caminar con la verdad, en ir en busca de ella. La comodidad es lo que nos atañe, la pereza de defender aquello en lo que creemos por solo un salario o una retribución por las actividades empresariales. En cierto modo el problema está en la propiedad privada, derecho natural del hombre, que en el siglo XXI tiene el defecto de no tener voluntad de creer en el bien común: la verdad y el compromiso.
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