"¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo."
Friedrich Nietzsche
Dice un proverbio que el tonto que persiste en sus tonterías, se convierte en sabio. Es lo que le ha ocurrido a Stephen Hawking. Y no es que este genial científico sea ignorante y posea pocas luces, pero parece haber hecho mal uso de instrumentos tan preciados para conocer la verdad, como es la física. No dudo que las ideas que prodiga en ese libro que ha dado la vuelta al mundo, no estén bien fundamentadas. Sin embargo, ¿quien es él para afirmar que no es necesario que exista Dios, si su querida ciencia no ha podido demostrar por sí misma que existe? ¿Quien es él para considerar a la filosofía un inútil método para conocer la verdad?
Los científicos que han querido hacer a su método empírico, filosofía, han caído en la profunda sima de lo irreal. Pretenden hacer dogma a sus demostraciones, mientras no son capaces de demostrar que existe algo más que el pensamiento. En cierto modo no les culpo, porque no hay nada que pueda demostrarse. Bebemos, reímos, nos enamoramos, y como hombres que somos, creemos que todo lo que nos rodea existe con toda seguridad. Creemos pensar que no hay problema en estar seguros de nuestros sentidos. Y no quiero dar argumentos racionalistas, cartesianos... pues no lo soy en absoluto, pero me resulta evidente que la ciencia no puede hacer nada por explicar todo el misterio que entraña el ser humano, ya que no es capaz de intentar resolver un problema de tal envergadura como es "Cogito ergo sum". ¡Pobre Stephen Hawking, que cree poder mirar al mundo con los ojos de la física!
Porque hemos sobrevalorado a la ciencia, hemos caído en una extraña escala de seguridades. Lo que vemos, lo que oímos, en definitiva, lo que sentimos, nada es probable. ¿Y por eso no podemos estar seguros de nada? No. Vivamos como hasta ahora, realizando un acto de fe en cada momento de nuestras vidas. Pero no reconsideremos la existencia de Dios porque la ciencia no la considere necesaria, porque de alguna manera, esta y la religión se asemejan mucho. La primera vive creyendo que lo que descubre es cierto sin tener una evidencia por sí misma segura, y la segunda, que sabiendo que no tiene evidencia alguna, cree lo que le ha sido revelado. Las dos igual de inseguras, las dos igual de válidas para el hombre.
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