El retumbo de los tambores al sonar. El giro soberbio de los costaleros de la Santísima Advocación del Cristo de la Salud. Las cervezas, los refrescos, los vasos llenos de cera, "montaditos" de lomo, saetas... El palio, envuelto en pétalos de rosas. Trazos de un Pintor Desconocido en una calle que rebosa de muchedumbre. Y el caos en la pintura fidelísima de lo mundano, se convirtió en sonido, olor, caricia, sabor e imagen verdadera. El cuadro de la vida se transformó en devoción a lo real, en devoción a las ilusiones divinas de lo auténtico.
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