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jueves, 17 de diciembre de 2009

El Hundimiento (III)


Dolorosos se escuchan los clamores silenciosos de niños en la oscuridad y el calor del vientre materno


Cristo del aborto [Detalle]
David Rosas Berrios

domingo, 13 de diciembre de 2009

El Hundimiento (II)



El hombre esta hecho de brasas recubiertas de diamantina escarcha. Prenden de ellas un fuego de azul que alimenta al fino vespertino hielo de las almas. Sin embargo, a medida que nuestro púrpura se alimenta de burdeos, de cálidos cuchillos de sangre, de gritos de placer a media tarde... surge la llama oscura como lametón de la muerte tras las esquinas mordientes.

El hombre se derrite a media tarde viendo como la nada se bebe sus joyas y sus ilusiones. Ve como sus posesiones yacen muertas al ocaso, yacen muertas ante la ambición sin nombre. Hoy vestimos de capuchas negras, exiliados al desierto de las lágrimas, exiliados de un jardín que prometía castillos y riquezas que después, resultaron ser solo de arena.

sábado, 12 de diciembre de 2009

El Hundimiento.



Creemos que en el motor de los acontecimientos que hoy nos rigen crecen hacia progreso pero hay una oscuridad que extiende sus tentáculos por las paredes y cimientos de nuestro mundo. Toman, estrangulan, aplastan, engullen todo aquello que encuentran a su paso.

La nada se consume a sí misma y lo consume todo y consume al brillo y solo el amor y el resplandor permanecen entre aquel intrincado de negrura y sangre. Un ejército de ramas y cortezas contra el fuego abrasador, un poder de papel contra un bermellón y azul intenso.

La hoja del verdor plateado pende del otoño. Las ramas de los árboles amarillean, la esperanza duerme plácida en esta guerra silenciosa. Yo también noto como me hundo en la oscuridad. Los reyes y las reinas piensan sostenerse en pilares de viento acomodado, pero el peso de la nada derrumbará todo, menos la imagen del resplandor, único pilar inamovible.

martes, 8 de diciembre de 2009

El anciano y su jardín (I)


Érase una vez en una casa sencilla, vestida de blanco y de jardines tan verdes como la esperanza, un anciano solitario. Era alto, tenía una clava pronunciada, salpicada por alguna cana y poseía unos ojos de negro sombrío que exalaban un temor a aquel que los mirara fijamente.

Pocos habían estado entre las paredes de su hermoso hogar, aunque yo tuve la suerte, cuando mis piernas eran fuertes y mis cabellos de bruñido negro como la noche, de conocer aquel intrincado frenesí de papeles en desorden y polvo a doquier.

Mi abuelo no era un hombre corriente, sino un ermitaño de las letras. Nunca traspasaba la cancela verde que rodeaba al jardín. Arreglaba sus rosas amarillas, las margaritas que tanto gustaban a mi madre y tomaba el sol como todos los ancianos que frecuentan los pueblos.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Diario de un espíritu encarnado (IV)

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Se levanta un rubor grana a este diciembre de hielo y desierto. El arpa y el cielo y el mundo marcharon olvidando a la oscuridad rezagada y solitaria. Surgen pequeños susurros de fuego de la chimenea. Las lenguas de bermellón consumen a los troncos en brasas y sueño... Muerdo un poco de chocalate a la vez que olvido por un instante el repicar de las campanas que recuerdan los instantes ya muertos de la poesía en mis palabras.


La primavera vestía
tu alma de clavel mullido,
y aquel otoño invernal
de lágrimas y de olvidos

Anciano que te escondes
junto al mar, junto a la nieve,
anciano-poeta-sueño, que
con mis tristezas duermes.

Anciano, pastel sobre papel. Javier Varela Guillot

viernes, 4 de diciembre de 2009

Pensamiento de un soldado de Minas Tirith

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¡La maldad apelmaza el aire! Nadie se preocupa de las florecillas, de las margaritas que se apostan en las rocas esperando la mirada de un niño distraído... Desde que el Sol se puso en nuestro álgido amanecer, algo se ha tornado de negro, se ha tornado de una negrura más profunda que el abismo, más profunda que el vacío. Una maldición se levanta desde Minas Morgul hasta las puertas de Minas Tirith.

Manada de voces se alza entre la esterilidad de nuestro mundo, un grito selvático que se levanta de la masa consistente. Claman venganza y sangre, alimentarse de las víctimas que las flechas han abatido en los pardos campos de Pelenor.

Y trolls y orcos y huargos y la oscuridad de Mordor se muestra con claridad ante nuestro más notorio final. El esplendor de los hombres de Númenor en tiempos de Elros, hijo de Eärendin y hermano de Elrond, ha quedado hoy en el olvido. Solo sabemos que tras nuestras murallas, el mago blanco nos ampara, aún en la insensatez de nuestro senescal Denethor. ¡Cuánto echamos en falta al heredero de Isildur, legítimo Rey de Gondor en esta aura oscura que nos oprime!

La esperanza se diluye en el corazón de los hombres. Si seguimos nuestra estela y la fortuna de los Valar nos acompaña, mañana veremos un nuevo amanecer en esta guerra y podremos vistumbrar todavía un atisbo de verdor tras las nubes oscurecidas de Mordor.

Ni Theoden de Rohan, ni los Galadrims que viven cómodamente en el bosque de Lorien, ni los Ents de Fangorn, ni los codiciosos y valerosos Enanos bajo Erebor, podrán salvar a Gondor. Encendemos las almenaras, Amon-in arde mostrando el auxilio que se necesita de parte de los descendientes de Eorl. Intuyo que solo nuestro coraje nos liberara de Sauron y su gran ojo sin párpado, rodeado de llamas.

Ilustración: Minas Tirith por Alan lee

Lo siento...

*I amar prestar aen (El Mundo ha cambiado)
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)