
[De como un día se alarga tanto que invade el domingo de improvisto...]
El cielo está enronquecido por el clamar del viento al atardecer. El espíritu del mar ha dejado de bramar en su ulular desagradable, ahora acaricia los limoneros y naranjos de las calles de mi pueblo. Se oyen los saxofones encubiertos en la estrellas. Se oye la orquesta de la muerte en la oscuridad púrpura de la noche.
Suele aparecer siempre entre las noches de frío y arcilla los sueños bajo clave de verdor ardiente. Hoy, sin embargo, el púrpura y la yerba se han convertido en sangre y en blanco. Arco iris en el asfalto. Marrón de mi jersey, verde de la llama que se enternece entre deseos, rojo entre las lágrimas de blanco y luz que lo embauca todo en un dormir profundo.
1 comentario:
Buenas percepciones, y pasan de eso a descripción poética, muy buena.
Publicar un comentario