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viernes, 15 de octubre de 2010

La voz de un profeta pagano.

Enseñar a necios es como pegar tiestos rotos;
hablar a quien no escucha,
como despertar a alguien de un sueño profundo.
Quien razona con un necio razona con uno dormido;
al terminar le dirá: "¿Qué pasa?"
Por un difunto, llora, pues le falta la luz;
por un necio, llora, pues le falta la inteligencia.
Por un muerto, llora con mesura, pues ya descansó,
pero peor que la muerte es la vida del necio.
El luto por un difunto son siete días,
pero por un necio e impío, todos los días de su vida.
No hables demasiado con un necio,
ni andes en compañía de un insensato.
Guárdate de él, para no tener disgustos,
y no te manchará al rozarle.
Aléjate de él y hallarás descanso,
y no te aburrirá su necedad.
¿Hay algo más pesado que el plomo?
¿Cuál es su nombre, sino "el necio"?
Arena, sal y bola de hierro son más fáciles de llevar...


...................[Eclesiástico 22, 7-18]


Habitualmente encuentro algún poema o algún detalle que me llama la atención en Rayos y Truenos. Esta vez, ha sido unos versos del Eclesiástico, que al leerlos me han conmocionado. Por una parte me han producido intenso placer leerlos, sobre todo por la soberbia propia de aquel que se considera que posee verdades innegables; y por otra parte he sentido miedo, terror a ser como el necio que describe. Pero no es demasiado relevante como me sienta yo, o si debo hacer examen de conciencia respecto a mi actitud interior. Me ha llamado la atención sobre todo, porque cada vez que leo a Platón, en esos primeros diálogos  de juventud, me parece que lo que cita de su maestro Sócrates refleja verdadera inspiración de Apolo, de ese Dios de rectitud que le encomendó destruir la rigidez del dogmático y la flexible cobardía del sofista. 

Y en mis cavilaciones desesperadas, extrañas y que rozan el límite de lo absurdo, me pregunto si esa «voz profética dentro de mí, proveniente de un poder superior» fuera realmente la voz de nuestra cultura cristiana. Suenan de tal modo las convicciones de este filósofo, que me invita a plantearme si puede haberse visto influido por la inspiración divina. Porque si atendemos al profundo sentido de la necedad, que da el poema citado al comienzo, daremos cuenta que habla con el mismo tono que cuando se sucedían las condenas de Sócrates a la ignoracia. Recordemos, tal y como, de forma negativa, analizó Nietzsche, Sócrates supuso el síntoma de cambio cultural, de paso a la vida mesurada, al abrazo de nuestra historia humana particular con el poder de la moderación, de la templanza.

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*I amar prestar aen (El Mundo ha cambiado)
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)