El hombre esta hecho de brasas recubiertas de diamantina escarcha. Prenden de ellas un fuego de azul que alimenta al fino vespertino hielo de las almas. Sin embargo, a medida que nuestro púrpura se alimenta de burdeos, de cálidos cuchillos de sangre, de gritos de placer a media tarde... surge la llama oscura como lametón de la muerte tras las esquinas mordientes.
El hombre se derrite a media tarde viendo como la nada se bebe sus joyas y sus ilusiones. Ve como sus posesiones yacen muertas al ocaso, yacen muertas ante la ambición sin nombre. Hoy vestimos de capuchas negras, exiliados al desierto de las lágrimas, exiliados de un jardín que prometía castillos y riquezas que después, resultaron ser solo de arena.
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