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sábado, 2 de enero de 2010

Diario de un espíritu encarnado (V)


El cielo estaba encapotado. Destilaba melancolía tras su manto de frío y otoño. Los árboles se mecían en un sinuoso baile de primavera perdida. Las miradas se perdían en el latir cansado del gris callejero que dormía en las esquinas.

Se despertaba enero con el ulular del viento, de un viento que acariciaba la tierra con sus etéreas manos de fuego helado. Resonaban los pasos, resonaba el dormitar del ruido en los oídos, resonaba el estruendo del silencio en la mañana.

En medio de aquella sencillez y silencio brotaba la estridencia del cemento y el retumbar sórdido de los altavoces. Un centro comercial cuyo agitar, desmembraba con fugacidad la hermosura de la soledad hiriente. Personas que subían y bajaban las escaleras, personas que compraban, personas y muchas bolsas amontonadas en carros y en las manos. Lucían en ellas emblemas diversos, símbolos y colores cual menos exótico me sorprendía. A pesar de todo se oía todavía el discurrir de las hojas al caerse, los pasos silenciosos de los ángeles de aire, se oía hasta el último detalle de la vida y la muerte en el grisáceo lienzo que dormitaba.

Y es que el voluptuoso sonido de las voces se tornaba como un mazo y más los rostros demacrados de la tristeza de ignorarlo todo reflejado en sus pómulos risueños, en sus ojos enmarañados y en sus comisuras de rojo y carmín. Caminaban con soltura y sin embargo una vejez de aspecto moribundo se agolpaba en su olor de hollín y carbón quemado.

Sensiblería adolescente y generalidad, lo que hay tras mis palabras, pero me imagino que algunas palabras serán ciertas. Aunque en el cauce humano de las avenidas no solo se agolpaba la pesadilla juvenil de la ignorancia y la incomprensión. Dormitaba en las expresiones, en las caras, en los hombres y en sus rostros la sangre de vidas diferentes, vidas que se alejaban de la corteza de la piel y sus engaños.

Generalizar es fácil, es muy fácil pensar que el mundo se derrumba en una utopía que se ha tornado desesperación, es fácil llorar por algo que importa muy poco… Hoy lamento su ignorancia, y lamento la mía y lamento todas las lágrimas del mundo. Lamento la oscuridad que se sopesa en todo lo sensible. Podredumbre tras los sauces dolorosos. Alguien dijo una vez que la oscuridad es más espesa antes del resplandor, esperemos que sea así pues si no, nos quedará la vida en el silencio, en la ceguera más profunda, en la ignorancia más desalentadora, en la soledad del hombre con el hombre, en el anhelo que muere en el silencio como latigazo del dolor.

Lienzo: El puento de Zolotukhin Ilya

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Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
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