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viernes, 8 de enero de 2010

El arbol y el castillo.

Aquella noche se escuchaba un extraño murmullo. Un murmullo de viento que agitaba a los arboles en una danza arcana. La luna iluminaba a retazos la oscuridad del sueño de Morfeo. La hierba, exhausta, dormía plácida, acurrucada al sueño templado de verano. Se notaba la caricia de una brisa. El calor empezaba a retirarse, con cautela de aquella selva de viento, negrura y suspiro. El cielo, salpicado por algunas estrellas, se mostraba claro, aunque amarillento por las luciérnagas de hierro que en el horizonte se encendían con fervor en la ciudad.

En medio de aquella maraña de terror durmiente, brotaban coches que atrevían a rasgar el riguroso luto de los búhos. Sus faros se disolvían en la furia contenida del descaro. A veces se paraban en el arcén, se bajaban algunas siluetas imperceptibles en la inmensidad de aquellas colinas, y con premura, se perdían en un pueblo cercano, que acompañaba en la oscuridad a las mansas lágrimas de aquel desierto de sombras.

La aldea solo se percibía por los visillos de las ventanas, que traslucían el fulgor tímido de las lámparas. Nadie había en las puertas a pesar de haber anochecido pocos minutos antes de aquella congoja. Parecía que un terror ardiente recorría el exterior del singular poblado, un temor infundado por la noche, por la serena noche que habitaba entre los pliegues de tierra, el olor del follaje amontonado y aquel estrepitoso silencio.

Sobresalía de aquel tumulto de tejados y casas un castillo de aspecto soñoliento, imperturbable. Desprendía dulzura por las rendijas que la piedra desgastada había abierto entre los muros. Se hacía ver escuálido, enfermo y solitario. Postrado en lo alto de un leve montículo de tierra, solo estaba acompañado por un imponente árbol, de gruesas ramas y tronco. Parecía que la suave caricia de la brisa, se tornaba entre sus hojas, violenta. La danza se convertía en un vertiginoso sacudir de hojas al vuelo.

Tanto misterio acompañaba a aquellas esquinas, que cuando el agitar de aquel vendaval improvisado hubo parado, se escuchaban sollozos entrecortados tras las paredes blancas de los hogares apiñados en torno a la fortaleza. Entre aquel enigma no me extrañó un llanto tan desamparado, incluso aclaró la presión tan dolorosa que se acrecentaba con mis pasos y aquella atmosfera pura pero mortecina.

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Lo siento...

*I amar prestar aen (El Mundo ha cambiado)
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)