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miércoles, 6 de enero de 2010

Epifanía del Señor.



Duermen los niños en la noche. Se escuchan sus gemidos, sus pechos al respirar, se escuchan los movimientos de los pequeños que no pueden dormir. Tras la estela de Morfeo, surgen los sueños. En la lejanía se observa la diligencia de tres camellos con su carga. Tres Reyes ataviados con suaves mantos de armiño cabalgan por el frío desierto de Judea. Siguen el resplandor de una luz tenue en el cielo. Una estrella de misterios en la noche fría de invierno.

Se oyen los gemidos de un niño provenientes de Belem. Dios con sus ojos enjuagados en lágrimas los mira con ternura. El niño de Belem recibe oro como Rey, incienso como Dios y mirra pues la muerte se acerca a su carne cada minuto. Mirra pues ha de recordar que viene para consumar el sacrificio más santo y puro de la historia. Desde entonces quedamos atados a Jesús, y tan fuerte la atadura nos retuvo, que cada aniversario de su nacimiento oro, incienso y mirra nos recuerdan en clave de presentes y banalidad lo fugaz de nuestra vida. Somos sacerdotes, reyes y hombres, demasiado hombres pues hemos de morir para vivir eternamente, el precio del pecado y del hermanamiento con Jesús.

P.S. Adoración de los Magos
GIOTTO (Capilla de la Arena - PADUA - ITALIA - Siglo XIV)

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Lo siento...

*I amar prestar aen (El Mundo ha cambiado)
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)