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lunes, 10 de mayo de 2010

El agua como razón poética


 
(Salvador Dalí, "Mujer mirando por la ventana")


Me pregunto porque será tan recurrente el agua como figura poética. ¿Será su delicada caricia de frescura - como lo define Pilar Pardo en Temporada de Fresas - o por su azul frío que calma la sed infinita - como lo califica la poetisa Rocío Arana en Las Siete Barbies Solteras? Es un misterio que hasta a los grandes poetas ya muertos, también eran hechizados por ella. Juan Ramón Jiménez, el Andaluz Universal, se vió hechizado en su día por la masa ingente de transparencia opaca, sí, transparencia opaca, que compone el mar: 
-
Soledad.

En ti estás todo, mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
 Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late y no lo siente...
¡Qué plenitud de soledad, mar sólo!
Y es que la magia del agua, su poder que rezuma a melancolía ondulada, su carácter a veces calmado en un vaso de agua, otras veces intransigente como en el cauce de un río y otras en expansión inconsumerable, como en los océanos, gruesas alfombras de agua en la anarquía de los vientos y mareas, se contiene en clave de misterio. Probablemente, físicos, químicos... o demás cohorte de científicos lisiados de amor dirían que el agua es un elemento importantísimo, pero que su entelequia, su arcano secreto, es inexistente. Si se despojaran de las batas de blanco mugriento, concentraran esa fuerza de humanidad, comprenderían el comienzo de dicha aporía. 

Y es que tantos circunloquios sobre el agua no pretenden descubrir en su ser una propiedad empírica inexplicable... simplemente comprender porque ante un vaso de agua una poetisa como Rocío Arana se siente especialmente humana, porque le resulta imposible, a una escritora como Pilar Pardo, mirar la infinita transparencia de su ser o porque JRJ veía en el mar una inspiración que trasciende al sentimentalismo y permite escarbar los versos del fondo de su ser. El agua a fin de cuentas ha proporcionado a los poetas eterno diálogo, como el que muestra este poema de Federico García Lorca:
-
Agua, ¿dónde vas?

Agua, ¿dónde vas?
Riendo voy por el río
a las orillas del mar.
Mar, ¿a dónde vas?
Río arriba voy buscando
fuente donde descansar.
Chopo, y tú ¿qué harás?
No quiero decirte nada
yo… ¡temblar!
¿Qué deseo, qué no deseo,
por el río, por el mar?
¡Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están!
-

Yo hoy también tuve un encuentro con el agua, fue furtivo, ya que empecé a notar el sabor a sed. Ese sabor  de pastosidad y acidez descontrolada, un necesidad de líquido, aunque solo sirve ese agua cristalina embotellada. Mi poética sobre el agua se basa en estos hechos. 

Tras terminar la primera hora de clase de matemáticas en mi colegio, Altair, me dirigí disimuladamente hacia la puerta y tras eso fué a una fuente de agua fresca que en el Edificio de Dirección se resguarda de labios impuros, bajo vigilancia de profesores y vigías. La esperanza, clave de toda expedición sin posibilidad de éxito, hacía latir mis pies. El traqueteo de la fotocopiadora estaba como telón de fondo. No había nadie. Miro a mi alrededor. Sigue sin haber nadie. Paso a paso, atravieso el corto-extenso pasillo que conduce a la gloria de la saciedad nunca saciada. Giro la rosca y.... ¡ALELUYA, ALELUYA! El Aleluya de Haendel me pareció escuchar, coreado por miles de ánimas imaginarias. 

¿Y si hubiera sido otra fuente, habría surgido tal momento, lleno de poesía sin palabras? Y es que aquí es donde confirmo la clave de la quintaesencia del poder catalizador del agua: su divina forma maleable, en forma de beso de terciopelo; la gloriosa frescura de su poder y la fuente, el origen de donde proviene todas sus cualidades espirituales, donde los versos se escapan desde el mundo de lo etéreo hacia la realidad oscura. Es en verdad esta tríada la puerta hacia la salvación, o por lo menos, la puerta hacia los versos, o por lo menos, un significado que se convierte en la estrofa misma, la idea materializada de la belleza hecha recurso literario.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los elementos de la naturaleza suelen ser referencias poéticas por cuestión de símbolo y de imagen,es decir,de metáfora.

PD:Visito tu blog a menudo y siempre me es grata la visita.

Un saludo.

Máximo Silencio dijo...

Lo mismo digo sobre tu blog, la verdad es que no soy de mucho comentar, pero bueno, me gusta leerte.

Un Saludo

Lo siento...

*I amar prestar aen (El Mundo ha cambiado)
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)