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jueves, 18 de marzo de 2010

Conocimiento de lo ardiente (I)


Os cuelgo la primera página de un ensayo filosófico titulado "Funcionamiento orgánico del pensamiento". Estoy abierto a sugerencias, aunque solo es una mínima parte de todo el planteamiento del texto en su totalidad

Todo ser tiene su origen en una causa, sea por necesidad o por contingencia. El dolor en la enfermedad, la enfermedad en la anomalía orgánica, la anomalía en la materia y la materia en lo desconocido. Como un incendio que nace de una brasa de calor sofocante, el bosque de la nada se ve inflamado por las consecuencias de estas llamas etéreas de lo que “es”. Por lo que, por lógica, en todo ser hay un origen-causa y una consecuencia. Este principio de causalidad, ya descubierto por la filosofía aristotélica, irrefutable hoy por hoy en el intelecto humano, es esencial para la comprensión de la realidad que tratamos entre estas líneas: Los orígenes del funcionamiento orgánico del pensamiento. A pesar de haberos nombrado el objetivo de mis siguientes cavilaciones, prefiero que aparquéis a priori estas palabras y comencemos a partir de aquello que conforma el yo en su perspectiva psicológica.

Si nos remontáramos hacia el pasado de un hombre singular en edad anciana ¿que veríamos?. Con seguridad observaríamos como una llama mortecina, aún resistente a morir, tomaría el color azulado que caracteriza a una hoguera de calor reconfortante. Los años rejuvenecerían milagrosamente desde diciembre invernal, hasta el enero gélido y navideño. La edad madura tomaría su vida con ciertos problemas que resultan agotadores, con la desgana propia de los cincuenta. Paulatinamente, la vitalidad comenzaría a acompañar a esa madurez propia de la veintena y la treintena, y en los últimos años de la vida se devaluaría la seriedad y el buen sentido del pensamiento,  aparecería el acné y tras volver a apagarse, el ahora niño moriría jugando con pequeños muñecos de tela gastada. Una vida a los orígenes. Dicho discurrir por el mundo podría resumirse en miradas, gestos, palabras... desde la perspectiva del yo del ser viviente. Un ego que alcanza esta categoría por un proceso ambiguo y difícilmente escrutable. A pesar de estos obstáculos especulativos, intentemos ofrecer a esta oscuridad, algo de claridad con divagaciones serias y fundadas.

¿Que es el hombre? O por lo menos de manera evidente, ¿Qué es lo que más caracteriza a este ser, cuyo ego es misterioso en sus comienzos? La respuesta, sin entrar en demasiadas profundidades propias de la razón, debe ser intuitiva: la persona piensa. El ser humano es un ser pensante, lo que quiere decir que discurre en su perspectiva universal de vida el pensamiento. Si a partir de esta premisa intuitiva, nos adentramos en las características de este curioso elemento, nos daremos cuenta que el pensamiento no es algo puntual, no es un instrumento que utilicemos en momentos determinados elegidos por la propia libertad. Esta capacidad es total y omnipresente en todos los momentos de nuestra vida, o por lo menos, presente en todos los que verdaderamente hayamos vivido de forma consciente.  Tras comprender este hecho, debemos adentrarnos ya en los principios que comienzan a surgir con la niebla propia que oculta el conocimiento ardiente. 

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Lo siento...

*I amar prestar aen (El Mundo ha cambiado)
Han mathon ne nen (Lo siento en el agua)
Han mathon ne chae (Lo siento en la tierra)
A han noston ned gwilith (Lo huelo en el aire)